La sociedad está cambiando su percepción sobre la heroicidad. Mientras la mayor parte de la población ha quedado confinada en sus hogares, sanitarios, personal de supermercados, repartidores o Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado luchan a diario contra el virus. Una hazaña que los ha elevado a la categoría de héroes contemporáneos. Sin embargo, no son los únicos a los que se les ha tildado de esta manera. También se empieza a incluir a los niños dentro de ese marco heroico. Realizando la simple misión de quedarse en casa, llevan ya más de un mes salvando vidas, algo que no ha pasado desapercibido para la opinión pública.
El imaginario colectivo de cualquier comunidad está plagado de héroes. La literatura épica se ha nutrido de sus leyendas, desde el Poema de Gilgamesh, pasando por la Ilíada y la Odisea de Homero, los relatos medievales artúricos o el Cantar de mío Cid, hasta obras de fantasía épica contemporánea como El señor de los anillos o Canción de hielo y fuego, la saga literaria en la que está basada la archiconocida serie de televisión Juego de tronos. Estas historias reflejan un patrón narrativo que Joseph Campbell definió como “camino del héroe” en su obra de 1949 El héroe de las mil caras. Dicho camino podría resumirse en cuatro grandes bloques. El primero, es la salida del hogar, con todas las dificultades que eso supone. Después encontramos el periodo conocido como la iniciación, en la que se observan distintas pruebas para hacer madurar al protagonista. La consecución del objetivo marcado tras superar muchas peripecias será el tercer bloque de este periplo del héroe y, finalmente, se narra el regreso a su hogar. Podemos observar la aplicación de este arquetipo en cualquier héroe literario, pero también cinematográfico, como en la saga de Star Wars, que es un gran ejemplo de ello o, incluso, en videojuegos tan clásicos como los de la franquicia Pokémon.
Durante ese camino que debe recorrer el héroe, hay un punto en el que es clave la aparición de un personaje que lo ayuda, lo protege y lo guía. Hablamos de la figura del mentor. El término proviene, precisamente, de un personaje que aparece en la Odisea. Méntor era el consejero de Ulises que queda a cargo de la educación de su hijo, Telémaco. Al ser un referente para él, la diosa Atenea utilizaba su aspecto para asesorar al joven durante el viaje que emprende en busca de su añorado padre. Así, vemos cómo el nombre propio pasó a ser un nombre común para designar a la persona que tiene la tarea de enseñar, guiar y aconsejar a otra.
La instrucción del héroe es la mayor responsabilidad del personaje que recibe el papel de mentor. Debe poseer la capacidad de sembrar en su aprendiz una información que irá adquiriendo una gran relevancia en su futuro. También tiene que ser la persona que le proporcione la motivación necesaria para continuar un camino que, como es de esperar, aparecerá repleto de obstáculos. Además, acabará siendo también la voz de la conciencia del protagonista, como Pepito Grillo para Pinocho, por ejemplo. Esa conciencia se traduce también en los valores personales que el propio héroe va a desarrollar, que guiarán su proceso de maduración y que aparecen cuando esa figura de autoridad y protección ya no puede seguir acompañándolo. Porque, una vez completado su aprendizaje, el héroe debe continuar su aventura en solitario y serán esas convicciones sembradas por el mentor las que desarrollen su personalidad y le permitan valerse por sí mismo para alcanzar su destino.
¿Quién no recuerda a Merlín junto al Rey Arturo? ¿Y a Gandalf ayudando a Frodo para que alcance el objetivo de su misión? ¿Y al profesor Oak regalando su primer Pokémon a Ash en Pueblo Paleta? ¿Quién no guarda, también, en su retina el entrenamiento de Luke Skywalker a cargo del maestro Yoda o, más recientemente, de Rey por parte de la princesa Leia para convertirse en una jedi? Es fácil observar que los mentores son personajes muy importantes en la sucesión de las acciones que los héroes van desarrollando a lo largo de su camino. Una importancia que reside en que sus enseñanzas son la base de las convicciones morales del héroe y los cimientos de su desarrollo posterior orientado hacia su futuro modo de vida.
Así pues, si extrapolamos este personaje arquetípico de la épica a nuestro mundo real y actual, no es difícil asociar la figura del mentor con la del maestro o el profesor. Instruimos a nuestros alumnos para que alcancen el conocimiento necesario con el que puedan lograr sus objetivos vitales en el futuro y los ayudamos a desarrollarse como seres humanos. Aceptamos que nuestro papel es secundario, que los héroes son los protagonistas de sus historias y que nuestra meta es y será siempre apoyarlos para que logren alcanzar su destino. Porque, tal y como dice el fantasma en la fuerza del maestro Yoda a Luke en Los últimos jedi, “somos lo que ellos alcanzan, esa es la verdadera carga de todo maestro”.
Joel Ruiz Marín
Profesor de Educación Secundaria
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