975 211 159 trilemasoria@fundaciontrilema.org

De pequeña mi mamá me enseñó que los libros eran un tesoro. Me decía que había que cuidarlos como tal y que cada libro guardaba millones de secretos por descubrir.

Y cómo no, para mi, sus palabras eran mágicas.

A día de hoy, puedo estar orgullosa y decir que me he convertido un poquito más en mi madre. Ahora soy yo la que hace magia y soy yo la que le transmite este bonito mensaje a todos mis niños.

Y vosotros, ¿creéis en la magia?

Érase una vez, un lugar muy muy especial, en el que rebosaba la energía, felicidad y las ganas de aprender. Estaba habitado por pequeños duendecitos y ángeles de la guarda que les protegían.

Los duendecitos, a pesar de ser criaturas muy pequeñas, estaban repletos de cualidades maravillosas en su interior y eran poseedores de una gran sabiduría, aún por descubrir.

Pero había un problema, cuando los duendes hubieran alcanzado cierta edad, tendrían que viajar a otros planetas en los que la vida sería un poco más dura.

Era tarea de los ángeles de la guarda, enseñarles todo lo necesario para que pudieran desarrollar toda la grandeza que en ellos se encontraba, y que todos lograran ser la mejor versión de ellos mismos. Además, por muchas dificultades que pudieran existir en el resto de planetas, los ángeles contaban con el arma más poderosa del universo. Ellos la llamaban “libros”.

Los ángeles, además de transmitirles a los pequeños todos sus conocimientos, les enseñaron el poder de los libros. Les mostraron la inmensidad de cosas que podían aprender de ellos y todas las ventajas que tendrían tras su partida a los otros planetas.

Poco a poco, los duendecitos fueron abandonando el que había sido su hogar durante años, pero no sin antes agradecer a sus protectores todo lo que habían hecho por ellos.

En su estancia en los nuevos planetas, los duendecitos valoraron aún más las enseñanzas de los ángeles y les hicieron saber que siempre habría, en su corazón, un lugar para ellos y, entre sus manos, un libro que les salvara.

Desde pequeños, siendo “duendecillos” y, a medida que viajamos por diferentes etapas de nuestras vidas, “a otros planetas”, las personas vivimos innumerables situaciones que van fluctuando (momentos alegres, tristes, solitarios, abrumadores…). Y tenemos la suerte de disponer de una herramienta muy poderosa, capaz de acompañarnos en las alegrías, de rescatarnos de los momentos más difíciles, de llevarnos a millones de lugares y, lo más importante de todo, de enseñarnos.

Como maestra o, siguiendo la historia, ángel de la guarda, no puedo concebir algo más bonito que transmitir todo lo que sé a mis duendecillos y enseñarles a amar los libros.

Respondiendo a mi pregunta, yo sí que creo en la magia, creo en la magia de enseñar y en la magia de aprender.

Feliz día del libro.

Alba González Solano

Maestra de Educación Infantil

Bitnami