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Desde que entré en un aula, siempre me he planteado la siguiente pregunta: ¿Cómo se produce el chispazo que permite a los alumnos aprender. Después de unos años de docente me sigue intrigando y, a pesar de las formaciones recibidas y los libros leídos, no tengo una respuesta clara.

Cuando diseño algunas actividades o dinámicas para los alumnos me imagino cómo creo que les va a interesar; y después de repensarlas mucho, ellos no conectan con ellas y no se produce la magia: el chispazo que he llamado yo. En términos de electricidad, puede ser que el instalador no haya conectado correctamente los cables.
Pero en otras ocasiones sobreviene el milagro: se produce la combinación deseada. A veces, por encima de las expectativas puestas en las referidas actividades. No hay nada que más me satisface que los alumnos actúen autónomamente e incluso sean capaces de contárselo a los demás. El electricista ha conectado correctamente los cables y la claridad se apodera del lugar.

Es esto mismo lo que me permite disfrutar de mi trabajo diario: intentar aplicar en la clase diferentes estrategias (aunque sé que los resultados no son siempre los mismos). Esa labor de experimentación la intento realizar siempre, con mayor o menor éxito, pero es uno de mis objetivos cuando me siento al ordenador antes de preparar una clase.

Al final, con mayor o menor intensidad, hay luz. Estoy convencido de ello. Puede ser que el chispazo sea débil. Pero cuando es poderoso, la aureola sobre el profesor es innegable. Y su felicidad, mucho mayor.

Rodrigo Pascual Díez
Profesor de Educación Secundaria Obligatoria

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